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Hace unas semanas circulaba por las redes sociales una foto en la que aparecían algunos miembros del parlamento español durmiendo durante sus horas de trabajo. Por supuesto que, al mismo tiempo que circulaban las fotos, crecía también la ola de comentarios de gente indignada por el hecho.

Algunas personas decían cosas como “Estoy dispuesto a trabajar por la mitad del sueldo que le pagan a ellos y prometo no quedarme dormido durante mi jornada laboral”, y comentarios por el estilo.

Y es que, en un país donde muchos profesionales excelentemente bien preparados tiene que aceptar ofertas de trabajo con una carga altísima de horas por una paga, en algunos casos, miserable, causa mucha frustración ver que estos “señores” sencillamente se duermen durante su jornada laboral y nadie les descuenta ni un céntimo de sus nóminas o los despide de sus puestos.

Lo peor no es el hecho de que se duerman mientras se supone que deberían estar trabajando y prestando muchísima atención a los temas que se están tratando, sino que lo hagan a sabiendas de que ese tipo de cosas deterioran la imagen (ya extraordinariamente deteriorada) de los políticos no sólo de España, sino de cualquier país del mundo.

Sinceramente, en casi treinta años de vida profesional, no recuerdo haberme dormido nunca durante mi jornada laboral.

Quizás haya sido por un tema de amor propio, quizás por vergüenza y respeto hacia mis compañeros de trabajo, quizás haya sido sencillamente por dar un buen ejemplo a mis supervisados, quizás porque así me lo enseñaron desde pequeño, quizás por miles de razones pero el tema es que siempre he pensado que este tipo de cosas son de muy mal gusto para los que nos rodean y que proyectan una pésima imagen de nosotros mismos como profesionales.

Lo que me lleva al título de este post: Trascendencia. ¿Eres la vergüenza o el orgullo de tu profesión?

¿Nos hemos olvidado acaso que todas nuestras acciones (buenas y malas) permanecen en el tiempo y tienen consecuencias?

 

Cuando recibí la foto en cuestión, realmente sentí mucha vergüenza ajena: Me pareció realmente indignante que una persona, cualquier que sea el puesto que ocupa a nivel profesional, tenga la osadía de dormirse durante su jornada laboral, más aún cuando se sabe que es una jornada que está abierta al público, es decir, cuando hay periodistas, fotógrafos, personas ajenas al “durmiente”.

Incluso, aunque no sea una jornada abierta al público en general, me sería de muy mal gusto estar en una oficina y que, de repente, algún compañero de trabajo estuviera profundamente dormido cuando el resto estamos tratando de trabajar o hacer lo que mejor podemos.

Recuerdo que, desde pequeño, me enseñaron que una persona educada debía mostrar siempre respeto por la persona que estuviera hablando en un momento determinado y prestar atención a lo que se le dice.

¿Qué significa entonces el quedarse dormido mientras otras persona habla, en un entorno profesional? 

Que no sólo no me interesa lo que estás diciendo sino que siento tan poquito respeto por el entorno profesional en el que nos movemos, que me he quedado dormido porque me da la gana.

Porque quizás podrás inventarte miles de excusas pero, al final, simplemente nada te importo y decidiste pensar sólo en ti mismo y en lo que en ese momento te resultaba más urgente: cerrar los ojos para descansar o quizás para trasladar tu mente a otro sitio menos aburrido.

¿Sabes lo que significa realmente la palabra “trascendencia”?

 

Cuando una cosa o una “acción” trasciende es porque va mucho más allá del momento inmediato en que está ocurriendo, porque su impacto (positivo o negativo) va mucho más de lo que seguramente tú mismo puedas pensar en un momento particular.

Eso es, como por ejemplo, aquél dueño de empresa que se siente ganador porque ha contratado a un grupo de profesionales excelentemente preparados ofreciéndoles un sueldo de porquería.

Un buen líder es siempre consciente de la trascendencia de todos y cada uno de sus actos, y lo toma en cuenta al momento de decidir.

Quizás para él pueda ser una victoria pero, sin darse cuenta, está siendo indirectamente responsable de los problemas que esos profesionales puedan tener en sus vidas personales por no ganar dinero suficiente para cubrir sus gastos.

Para que veas lo que te digo, te comento un caso que me tocó vivir a mi: Resulta que trabaje para una empresa aquí en Alicante y, de forma repentina, el director de la empresa dejó de pagarme un mes de nómina.

Extrañado por tal circunstancia, le pedí dinero prestado a un amigo para poder salir de unos compromisos urgentes, siempre pensando que mi sueldo me lo pagarían de un momento a otro.

Pues no ocurrió así, y al siguiente mes, ya no era una nómina la que no había cobrado sino dos. El estrés comenzó a golpearme más fuerte, podía dormir muy poco en las noches, me costaba concentrarme en el trabajo pensando en que quizás se repetiría la situación, hablé con él director de la empresa y me montó una historia de esas tontas que uno se tiene que comer porque sí.

El tema es que, pasados unos días de no cobrar la segunda nómina, amanecí con un dolor muy fuerte de pecho y tuve que ir al hospital de emergencia. ¿Qué pasó? Que por un momento se pensó que había podido sufrir un infarto y haberme quedado yo frito en mi casa, producto del estrés y la angustia.

¿Se habría dado cuenta mi en-ese-momento-jefe de esto? ¿Le habría importado?

Pues seguramente no, porque así piensan las personas que no entienden la “trascendencia de sus acciones”, porque no solamente se trata de que tú te estás saliendo con la tuya al no pagarle a un empleado a tiempo o pagarle un sueldo de porquería, se trata de que, indirectamente, le estás causando a esa persona una cantidad de problemas que quizás nunca te hayas detenido a valorar.

¿Pensaron los concejales y diputados que aparecían en las fotos durmiendo a pierna suelta en la “trascendencia” de sus actos?

Seguramente no, pero independientemente de eso han contribuido a deteriorar la imagen de una profesión que actualmente goza de una reputación bastante cuestionable.

Y todo porque no piensan en la trascendencia de sus acciones.

 

¿Cómo podemos quejarnos de que nuestra profesión sea mal vista, si no hacemos nada para enaltecerla?

 

Creo que el concepto más importante que debemos tener en cuenta es que tenemos una valiosa oportunidad de enaltecer nuestras respectivas profesiones. Independientemente del trabajo que realices, del puesto que tengas, de la responsabilidad que tengas, todos tenemos la oportunidad de añadir valor a nuestra profesión, a nuestra sociedad y el mundo, haciendo nuestro trabajo bien, de forma responsable, honesta y sincera, esforzándonos por obtener los mejores resultados posibles y por dejar una imagen lo más positiva que podamos, tanto para nosotros mismos como para nuestras respectivas profesiones.

Y esto aplica a todas las áreas, bien seas un sacerdote, un concejal, un administrativo en una firma pequeña, un trabajador del servicio de aseo público, la dependienta de una tienda, o simplemente una persona que recién se inicia en su primer empleo sin ningún tipo de experiencia previa.

Todos, absolutamente todos, tenemos la oportunidad de ser el orgullo de nuestras profesiones y fortalecer su valía. ¿Cuál es finalmente nuestro aporte?

Hace un tiempo escribí un artículo que se titulaba “PyME también se puede escribir con G de Grandeza” porque a veces pareciera que por el hecho de tratarse de empresas pequeñas o de pequeños proyectos emprendedores, esto implica que TODO tiene que hacerse de forma pequeña, limitada, pobre.

Muy al contrario: Mientras más pequeño es tu proyecto, más grande es tu aporte al enaltecimiento de tu profesión y de tu sociedad, porque eres tú mismo el que lo hace, eres tú mismo el que lo crea y no la gran corporación internacional.

Dicen los entendidos que la diferencia entre un empresario exitoso y uno miserable comienza siendo un tema de actitud y de valores.

¿Quién eres tú profesionalmente? ¿Cuál es tu legado? ¿Enalteces el valor de tu profesión?

Y creo que son preguntas que deberían siempre estar en nuestra meta y orientar cara una de las acciones que ponemos en marcha, bien sea que estemos trabajando por cuenta ajena o por cuenta propia, da lo mismo.

La oportunidad de hacer algo grande la tenemos todos. El problema es que muchos no están conscientes de que cada una de las acciones que hacen son trascendentes y constituyen el legado que ellos dejan a la sociedad y el mundo.

Por eso mi invitación de hoy: Hagamos que cada una de nuestras profesiones sea más valiosa cada día. Luchemos por crear un mundo profesional donde prive el respeto, el reconocimiento a la valía y la experiencia profesional, el deseo por aportar valor y riqueza.

Veremos que todo puede ser muy diferente cuando pensamos en cuál es el legado que estamos dejando para las generaciones que vienen después de nosotros, que son incluso nuestros propios hijos.

 

Crédito fotografía: Photo by Mika on Unsplash

 

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